domingo, 19 de abril de 2015

LA CUEVA LUMINOSA (8: PROPORCIONES DIVINAS Y SALUD INFINITA)

El arte ha tenido siempre una sensibilidad especial por la divina proporción. Y en la Semana Santa de Sevilla hay mucho arte.

La llamada divina proporción (proporción áurea, canon áureo, número de oro, regla de oro…) es un número algebraico irracional, representado por la letra griega fi (o phi), que divide un segmento en dos, de tal manera que la longitud total del segmento (a+b) es al segmento parcial más largo (a) como este es al más corto (b). Nada más lejos de mi intención que extenderme en el campo matemático. Solo señalaré que el número fi, en el que se cumple la proporción áurea, y que no es una expresión aritmética, sino una construcción geométrica, es (aproximadamente, ya que es un número irracional) 1,6180339. Así, cumple la proporción áurea un segmento que mida 2,6180339 (fi+1), con dos segmentos parciales, uno (a) de 1,6180339 y otro (b) de 1.1

Hombre de Vitruvio,
de Leonardo da Vinci
www.lucnix.be
Resulta que esta proporción se encuentra en la naturaleza, en las plantas, en los animales y el ser humano, y hasta en las galaxias. El crecimiento armónico de todo lo creado obedece a esa divina proporción. Y resulta también que esa proporción es extraordinariamente adecuada desde el punto de vista estético, incluso para la mística. Como es natural, los artistas la han aplicado a lo largo de la Historia, deliberadamente o de manera intuitiva. Desde que la formuló en el siglo I a.C. Vitruvio, el arquitecto de Julio César,2 la razón dorada empezó a aparecer descrita en los tratados de arte y de arquitectura, como prototipo de diseño grato a la vista3 (y, por cierto, también al oído). En el Quattro-cinquecento italiano la explicó el franciscano Luca Pacioli,4 y la aplicaron Miguel Ángel y Leonardo da Vinci. También Alberto Durero se apoyó en ella.5

Partiendo de la regla dorada, el rectángulo áureo es aquel que tiene entre sus lados una proporcionalidad igual al canon.6 Calificado por los griegos como una de las figuras geométricas más bellamente estructuradas, este cuadrilátero de noble proporción fue utilizado por los arquitectos de forma generalizada, empezando, en el siglo V a.C., por el Partenón.7

María Santísima de Loreto
El paso de palio es un sumario de rectángulos áureos. De abajo a arriba –los pasos están concebidos para ser contemplados así, elevando la mirada– tenemos los faldones, los respiraderos más clásicos, los espacios entre varales (frontal, trasero y laterales) y las bambalinas, especialmente en los palios de cajón. Incluso el plano del paso de palio es áureo. Baste medir el palio de Nuestra Señora del Valle, cuyas bambalinas, del siglo XVII, son la obra más antigua de bordado de las cofradías sevillanas.8 Dejo para otros el estudio matemático pormenorizado de las aplicaciones concretas de la proporción áurea en los distintos pasos de palio sevillanos, que sería sin duda muy interesante, pero que excede los límites de mi exposición. Por otra parte, ya hablaré sobre las formas con figura que tienen muchos respiraderos y, sobre todo, muchas bambalinas, expresión de sevillanía en tiempos más modernos.

Hoy prefiero recrearme en las proporciones divinas del paso de palio, que admiramos como un compendio de equilibrio y de armonía. El oro de la mesura del paso de palio es, por tanto, expresión de cómo entiende Sevilla la grandeza de María, su brillo trascendental y su perfección deslumbrante. Es el mismo oro de la letanía lauretana que resplandece en la Domus aurea de María Santísima de Loreto, en San Isidoro, porque ya en la albedo plateada de María está su oro potencial.9 María, sin ser divina, tenía que ser casa de oro de divinas proporciones para engendrar el cuerpo del Hijo de Dios.10

Pero, ya que estamos en geometría, quiero hablar también del pentágono, en el que la diagonal y el lado están en proporción áurea. Porque a partir del pentágono regular se desarrolla el pentágono estrellado, pentagrama, pentángulo o pentalfa, formado por cinco alfas, cinco principios. Efectivamente, de un pentágono asentado sobre uno de los lados, se genera una pentalfa invertida (con punta abajo); luego, uniendo los vértices de la pentalfa, se genera un pentágono invertido, que generará una pentalfa con punta arriba; y así sucesivamente ad infinitum, tanto hacia fuera como hacia dentro. Y en la estrella pentagonal está el infinito. Pitágoras, en el siglo VI a.C., buscando la noción de lo inconmensurable, escogió como símbolo para su escuela la estrella pentagonal, figura geométrica que muestra la sección áurea en todas sus relaciones. Para los pitagóricos, el número cinco fue signo de unión, cifra de la hierogamia entre el principio celeste y el principio terreno, número de la armonía en la salud y en la belleza, de la felicidad y la realización plena.11

El insigne Benito Arias Montano, sevillano ilustre aunque naciera en la que fuera templaria Fregenal de la Sierra (después de todo, en tierras del antiguo reino de Sevilla), marcó sus libros favoritos del Escorial, en la biblioteca que él mismo organizó para Felipe II, con una fórmula, declarando que el infinito es igual a cinco, sin duda porque veía en el trazo infinito de la pentalfa una imagen de la infinitud de la mente humana.12

Este pentagrama, pentalfa o pentáculo, continente de la quintaesencia alquimista, visión de Ezequiel,13 llave de la ciencia, sello conjurador del mal, valladar que no pudo superar Mefistófeles,14 fue símbolo de salud y seguridad en las tres religiones monoteístas,15 Era símbolo del hombre, del microcosmos, revelando su analogía con el macrocosmos. Como fuente de luz y de inspiración celestial, era considerada emblema del principio inspirador del bien y la belleza. Era insignia salomónica que anunciaba la sagrada verdad y nudo sin fin que unía al caballero con sus armas inmaculadas y con la fe en las cinco llagas de Cristo, con el valor que le otorgaban los cinco gozos de la Santa Reina del Cielo. Antes de ser demonizado por la Inquisición, el pentagrama no era otra cosa que la plasmación de la bendición de Dios.16

Pentáculo invertido de la ermita
de San Bartolomé de Ucero (Soria)
En ese centro de poder telúrico que es el cañón del río Lobos, en la provincia de Soria, existe la ermita de San Bartolomé de Ucero, seguramente un centro iniciático perteneciente al cenobio templario de San Juan de Otero, con una enorme carga esotérica, enclavado en un punto geográfico sorprendemente equidistante del cabo de Creus y del de Finisterre. En los hastiales del crucero de la ermita hay sendos óculos con la misma figura: una enigmática celosía, un auténtico mandala de tracería musulmana proveniente del arte islámico de Al Andalus, con una pentalfa invertida sobre un pentágono central, y diez corazones (cinco grandes y cinco pequeños).17 Volvemos a la simbología del corazón, el órgano del verdadero conocimiento de Dios, la representación en la tierra del trono divino, “como la luz eterna y la conciencia sublime revelada en la quintaesencia de los seres creados”.18 En San Bartolomé de Ucero, los diez corazones se unen en el pentáculo de la salud. Y, cada 24 de agosto, día de San Bartolomé, la Virgen de la Salud sale en procesión por los alrededores de la ermita templaria.

En los emblemas medievales, se representaba el monte de la salud con una figura encima: una flor de lis, una estrella... o una corona.19

María Santísima de la Salud
Es probable que la devoción a la Virgen de la Salud ya existiera en Sevilla en la Edad Media, en el convento de las religiosas mínimas devotas de san Francisco de Paula. También hay una Virgen de la Salud en San Isidoro, junto a la Domus aurea. Más recientemente, santa Ángela de la Cruz fue también devota de la que es Salus infirmorum. Y no son las únicas.20 También en nuestra Semana Santa tenemos a María Santísima de la Salud, que sale cada Lunes Santo de San Gonzalo en un luminoso paso de palio blanco y dorado.

Era obligado este capítulo sobre geometría. San Pablo ya instó a los efesios a comprender “la anchura, la longitud, la altura y además la profundidad” del amor de Dios.21 Y, en el siglo XII, san Bernardo, el que reformó el Císter, el que erigió la bandera del culto a Nuestra Señora, el que patrocinó y elogio a la nueva milicia que era la Orden del Temple, el mismo “Doctor melifluo” que se hizo permeable a la espiritualidad sufí por medio de los propios templarios, se preguntaba “¿Quién es Dios?”, y se respondía a sí mismo: “Es longitud, anchura, altura y profundidad”.22



1. www.es.wikipedia.org Número áureo
2. Polión, Marco Vitruvio. De Architectura
3. Van Mersbergen, Audrey M. Rhetorical Prototypes in Architecture: Measuring the Acropolis with a Philosophical Polemic, Communication Quarterly, Vol. 46
4. Pacioli, Luca. De Divina Proportione
5. Ibíd. 1
6. Livio, Mario. La proporción áurea
7. Clemens y coautores. Geometría con aplicaciones y solución de problemas
8. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las Cofradías sevillanas
9. Se recomienda leer el capítulo 6 de esta serie, La albedo.
10. Cavatoni, Ángel, Pbro. Letanías de la Santísima Virgen (www.mercaba.org)
11.Chevalier, Jean. Diccionario de los símbolos
12. Roso de Luna, Mario. De Sevilla al Yucatán, citado por Fernández Urresti, Mariano. Felipe II y el secreto del Escorial: Una biografía maldita
13. Sherif, Mazar I. Nostradamus
14. Goethe, Johann Wolfgang von. Fausto
15. Se recomienda leer el capítulo 9 de la serie de este blog Sevilla salomónica, titulado Infinito igual a cinco.
16. Esteban Lorente, Juan Francisco. Tratado de iconografía
17. Gaya Nuño, Juan Antonio. Obras completas
18. Cita de Jili y de Ibn al Arabî, por Almazán de Gracia, Ángel en El mandala templario del río Lobos (www.templespana.org)
19. Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Se recomienda leer el capítulo 2 de esta serie, El centro del mundo.
20. Mena y Calvo, José María de. Todas las Vírgenes de Sevilla
21 Efesios 3: 18
22. San Bernardo. De Consideratione ad Eugenium Papam, citado por Blaschke, Jorge en Los grandes enigmas del Cristianismo


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