martes, 29 de abril de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (17: CÉNIT Y OCASO)

Sevilla había ido perdiendo cada vez más importancia respecto a Madrid según avanzaba el siglo XVII.

En ese mismo periodo, los jesuitas, por su parte, se habían afianzado, llegando a ser confesores de la esposa de Felipe IV, Mariana de Austria.

En este contexto, a punto de terminar el siglo, en 1699, se inició la construcción de la magna iglesia de San Luis a cargo del arquitecto de más prestigio en Sevilla, Leonardo de Figueroa,1 quien, no obstante, señaló como autor de la idea, como nuevo Zorobabel, al padre Gabriel de Aranda, subrayando el paralelismo entre este templo sevillano y el de Salomón en Jerusalén, y entre sus constructores.2 Pero tampoco puede descartarse que el proyecto se gestara en Roma. La obra, en todo caso, supuso una solución innovadora, al no alinearse ni con la corriente barroca nacional ni con la emergente corriente borbónica, más clásica.3

Los novicios estaban instalados desde 1609 en las casas que Luisa de Medina, de la familia Enríquez de Ribera, había cedido a la Compañía de Jesús en las proximidades de Santa Marina para la construcción del noviciado, a condición de ser enterrada ella en el templo y de ser dedicado este a san Luis, el rey cruzado francés Luis IX, primo hermano de Fernando III.

Felipe V, designado sucesor por Carlos II, tomó posesión en 1700 como primer rey Borbón de España. Con él hubo un nuevo impulso de salomonismo, porque la dinastía francesa quiso mostrarse como garante del catolicismo en nuestro país, sobre la base argumental de estar la casa de Austria contaminada por el protestantismo. En efecto, incluso en Valencia, en la España austracista que perdería la Guerra de Sucesión, la nueva dinastía centralista fue presentada como protegida por Dios, por la Virgen y por los santos, con todas las señales providenciales necesarias.4

Fachada de la iglesia de San Luis de los Franceses
Cuando Felipe V vino a Sevilla en 1729, afirmó que “era de extrañar hubiesen sus Antecesores llevado de aquí la Corte”.5 Sevilla fue de hecho la capital del reino durante un lustro, mientras estuvieron aquí el rey y su corte, hasta 1733. Y aquí nació la infanta María Antonia Fernanda, para cuyo bautizo se trajo desde Caleruega la pila en que había sido bautizado santo Domingo de Guzmán.6

El templo del nuevo noviciado jesuita fue consagrado en 1731, en pleno “lustro real”, por el arzobispo Salcedo. Su advocación hacía honor al rey santo francés, pero también, de camino, al rey español Felipe V, nacido en Versalles.

La Contrarreforma se había opuesto a las iglesias redondas, por parecerles templos paganos, pero eso no importó a los jesuitas, que tenían la excusa de su emblema del anagrama cristológico circular, el IHS, vinculado al tema de la Circuncisión.7 La Compañía había desarrollado ya un espacio central de cruz griega en el Collegio Romano, el instituto creado por san Ignacio de Loyola para cubrir todo el periodo formativo, desde los estudios elementales a los universitarios, como máximo exponente de la vocación docente de los jesuitas. Hay que recordar que estos habían abierto en Sevilla el colegio de los Ingleses en San Gregorio, el de los Irlandeses en la Garbancera, el de la Inmaculada Concepción o de las Becas y el muy importante de San Hermenegildo, construido según planos de Villalpando.8

Interior de la iglesia de San Luis de los Franceses
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Pero la Compañía de Jesús, claramente, tenía también motivaciones salomónicas para construir la iglesia de San Luis en esquema centralizado de planta circular, sobre una cripta que dibuja una cruz griega. El muro cilíndrico, con profundas exedras en sus ejes y pequeñas capillas en sus pilares angulares, se exorna con abundantes columnas salomónicas sin función estructural.9

En la fachada se alternan la piedra y el ladrillo. La moldura del vano central evoca el tabernáculo,10 flanqueado por dos columnas salomónicas –alusión a Jaquín y Boaz–, con el escudo real y la trilogía de los arcángeles. Dominan sobre la portada dos torres octogonales, con preciosos chapiteles vidriados polícromos. 

Cúpula de la iglesia de San Luis de
los Franceses
En el cupulín que remata la imponente cúpula (más visible por detrás del templo que por delante), los vanos se abren entre pares de columnas salomónicas sobre cornisas onduladas con flores de lis, y la torrecilla piramidal sirve de base a la cruz.11

El interior sí es fiel a la tradición barroca sevillana, que se ha implantado definitivamente en la esencia de la ciudad. Su riqueza decorativa y su enorme belleza son muy desconocidas para el sevillano actual, porque el templo, desacralizado y perteneciente a la Diputación de Sevilla, está casi siempre cerrado.

Bóveda de la iglesia de San Luis de los Franceses
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La bóveda semiesférica, símbolo del cosmos celeste, parece flotar, con pinturas de arquitecturas fingidas en perspectiva, de Lucas Valdés, y calada por el cupulín de anillos ondulados. El ella están los emblemas del Templo de Salomón: el Arca de la Alianza, el Candelabro de siete brazos, el Altar de los Holocaustos, los Aguamaniles, el Mar de bronce, la Mesa de los Panes de la Proposición y el Altar de los Perfumes. En la base de la cúpula de la linterna, la Religión se identifica con la sabiduría hospitalaria, justo bajo el Arca.12

Seguía vigente la errónea identificación medieval de la mezquita octogonal y la cúpula de la Roca de Jerusalén como imagen del Templo de Salomón, desde que los templarios la cristianizaran. Y la bóveda del templo cristiano permitía expresar el dinamismo ascensional del paraíso espiritual cristiano. En la anónima Breve noticia de las suntuosas fiestas dedicadas al templo de San Luis, se aprecia este lugar como anticipo de la Jerusalén Celeste.13

Los retablos son de Duque Cornejo. En el espléndido retablo mayor, presidido por un lienzo de San Luis de Zurbarán, hay dos escenas alegóricas con el Libro de los Ejercicios: la de la derecha enfatiza el carácter militar de la Compañía y la de la izquierda presenta un cofre abierto rodeado de las tres gracias, que ya se admitían provenientes de Dios. En ambas escenas, la palabra clave es sapientia. Es un homenaje a la sabiduría de Salomón.

Retablo mayor de la iglesia de San Luis de los Franceses
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Es patente el uso integral del orden salomónico, que había madurado en la codificación de fray Juan Ricci, el artista madrileño, benedictino e inmaculista, en 1692 –siempre juntos el salomonismo y el inmaculismo–.14 Las cornisas ondulantes, los capiteles, con el acanto y los cuernos de la abundancia enlazados por guirnaldas de frutos son una interpretación licenciosa del Templo jerosolimitano, evolucionando las ideas de Prado y Villalpando y de Caramuel.15 Es la utopía arquitectónica, la ideología de los sueños del hombre a lo largo de su historia.16 Porque, en definitiva, la iglesia es un templo a la sabiduría, un Templo de Salomón en Sevilla.

Interior de la iglesia de San Luis de los Franceses
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San Luis de los Franceses supuso el cénit del salomonismo arquitectónico jesuita y de la arquitectura salomónica sevillana. Fue el edificio más extraordinario, llamativo y sugerente, majestuoso e impactante, de todos los de la Compañía de Jesús en España.17

Pero el cénit duró poco. Carlos III, que, con todo, era rey por derecho divino, no era favorable a los jesuitas. Había además presiones de Francia y Portugal. Por el dictamen de Campomanes, estos doctrinarios del salomonismo, que habían llevado la columna torsa a América, fueron acusados de instigar el motín de Esquilache y, finalmente, expulsados de España por la Pragmática Sanción de 1767, acompañada de la desamortización de sus bienes. El decreto de expulsión fue ratificado por la inmensa mayoría de los obispos españoles. Luego, los reyes ilustrados consiguieron que el papa Clemente XIV suprimiera la orden.18



1. Sancho Corbacho, Antonio. Arquitectura barroca sevillana del siglo XVIII
2. Morales, Alfredo J. La arquitectura jesuítica en Andalucía. Estado de la cuestión
3. Banda y Vargas, Antonio de la. La iglesia sevillana de San Luis de los Franceses
4. Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia
5. Ortiz de Zúñiga, Diego. Annales eclesiásticos y seculares de la muy noble, y muy leal ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andaluzía
6. Acedo Castilla, José F. Sevilla, capital y corte de Felipe V (1729-1733)
7. Se recomienda la lectura del artículo núm. 10 de esta serie: ¿Clasicismo salomónico o salomonismo clásico?
8. Se recomienda la lectura del artículo núm. 14 de esta serie: …Para ver el resplandor trascendental en el Apocalipsis… Ya en el siglo XX, los jesuitas abrirían el colegio de Villasís, que se trasladó durante un tiempo a la calle Pajaritos, de donde salió por primera vez la apocalíptica Nuestra Señora del Sol. Hoy tienen el colegio de Portaceli, en la avenida de Eduardo Dato.
9. Camacho Martínez, Rosario. La iglesia de San Luis de los Franceses en Sevilla, imagen polivalente
10. Ramírez Domínguez, Juan Antonio. Edificios y sueños: estudios sobre arquitectura y utopía
11. Ibid. 9
12. SI QUIS EST PARVULUS VENIAT AD ME. Proverbios 9-4
13. Sebastián López, Santiago. Contrarreforma y Barroco
14. Ricci de Guevara, Juan Andrés. Breve tratado de architectura acerca del orden salomónico entero
15. Caramuel Lobkowitz, Juan. Architectura civil recta y obliqua considerada y dibuxada en el templo de Ierusalen. Son los mismos capiteles que había interpretado
Caramuel, ofreciéndonos una imagen de Jaquín y Boaz enlazados con guirnaldas.
16. Ibid. 9
17. Ibid. 2
18. Domínguez Ortiz, Antonio. Carlos III y la España de la Ilustración


miércoles, 23 de abril de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (16: ELEVAR LA MIRADA Y DAR GRACIAS AL CIELO)

En las postrimerías sevillanas del siglo XVII, las columnas torsas se hicieron de piedra y subieron a las campanas, invitándonos a alzar la vista, quizá para que nos encontremos a nosotros mismos.

Parece una evolución natural de la simbología de la columna salomónica, cuya torsión  nos estimula a buscar el conocimiento, al mismo tiempo, en las alturas y en las profundidades. Es el mismo simbolismo de la escalera de caracol, el de la evolución y el crecimiento, el de la progresión hacia el saber: ascendiendo, en busca del cielo, de la luz, de la resurrección y de la renovación permanente; descendiendo, en meditación introspectiva hacia el saber oculto y el inconsciente profundo.1

Espadaña de la parroquia de la Magdalena
De Leonardo de Figueroa, en 1697, es la espadaña de la iglesia parroquial de la Magdalena, donde antes estuvo el convento dominico e inquisitorial de San Pablo el Real, el convento que se pronunció por el Dulce Nombre de Jesús, colocando un baldaquino salomónico en torno al bendito niño. Mirando a las alturas, podremos ver las columnas salomónicas de Figueroa sobre el óculo que es homenaje a los misterios del rosario.

Parroquia de la O
Por la misma época, el templo de la gloriosa Virgen de la O de la calle Castilla, que había sido ayuda antes de ser parroquia,2 fue totalmente reconstruido según proyecto del maestro mayor Pedro Romero, desarrollado por sus hijos, los alarifes Pedro y Félix Romero. Todo el dinero fue aportado por la gente modesta de Triana, con colectas en la puerta del mercado y en otros puntos del arrabal. En 1699 se acabó la torre, coronada por el cuerpo de campanas con columnas salomónicas, en armonía con el retablo de la Virgen de la O.

Entró así en Sevilla la devoción a la Expectación de la mujer apocalíptica, que es expectación de la Navidad, la Virgen Sagrario, la Esperanza, la iconografía bizantina de la Platytera o Blanquernitissa que significa la señal, la virgen orante en cuyo pecho se representa un óvalo o círculo con el Hijo, a partir de la profecía de Isaías.3

Torre de la parroquia de
San Román
Podemos adentrarnos un poco en el siglo XVIII, porque, siguiendo el modelo de la O, José Tirado diseño en 1704 la torre del campanario de la iglesia de San Román, una de las veinticuatro parroquias creadas en la conquista de Fernando III, ejemplo de la arquitectura gótico-mudéjar, aunque modificada en los siglos XVII y XVIII. La torre presenta cuatro frentes flanqueados por parejas de columnas salomónicas y está coronada por pináculos y chapitel de cerámica de cobalto azul.

De principios del XVIII es también la portada de la Casa Grande de la Merced Calzada que es hoy Museo de Bellas Artes. La fachada, atribuida a Lorenzo Fernández Iglesias y a fray Alonso de la Concepción, estaba en la calle del A.B.C. (hoy un tramo de Bailén), a los pies de la iglesia. En su segundo cuerpo hay, entre columnas salomónicas, una hornacina en la que está la Virgen de la Merced flanqueada por Jaime I de Aragón y san Pedro Nolasco, .

Hay que detenerse al hablar de la Merced.

Detalle de la fachada del Museo de Bellas Artes,
antigua portada del convento de la Merced Calzada
Porque la Casa Grande de la Merced Calzada sevillana fue fundada por san Pedro Nolasco en los terrenos que san Fernando cedió a la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, en reconocimiento de su colaboración en la conquista. Fernando III, agradecido por la visita del fundador, donó a los frailes la imagen de la Virgen llamada la Priora por haber presidido la tienda real en el campamento de Tablada. La imagen, muy modificada, permanece hoy en la iglesia de Santiago de la Espada, que perteneciera a la Orden de Santiago y al convento de la Asunción, y que hoy está integrada en el colegio mercedario de la Nuestra Señora de la Merced, de la calle San Vicente.4

Porque la orden de la Merced se gestó a raíz de la aparición milagrosa de la Virgen a Pedro Nolasco y al propio rey Jaime I –además de al dominico san Raimundo de Peñafort–, en 1218, al año siguiente de darse por cumplida la formación del monarca en el castillo templario de Monzón. Jaime I el Conquistador, descendiente de la estirpe griálica de Alfonso I el Batallador y de la del emperador romano de Oriente, nació en la casa del Temple de Montpelier, donde se habían casado sus padres, Pedro II y María de Montpelier, la “reina santa”. Su madre quiso que fuera educado por los templarios, y Jaime pasó su infancia en el castillo de Monzón, heredando la reliquia caballeresca que era la Tizona del Cid. Este rey tocado por la providencia siguió el ideario del Temple a lo largo de su dilatada vida y fue considerado predestinado como cabeza visible del proyecto sinárquico de la Cristiandad, en plena época de las Cruzadas.5

Detalle de la fachada del Museo de Bellas Artes,
antigua portada del convento de la Merced Calzada
Porque la orden de la Merced, con una rama de frailes y otra de caballeros, obtuvo rápidamente el respaldo y las prebendas oficiales, implantándose en la Corona de Aragón en solemne ceremonia en la Catedral de Barcelona. Los miembros, que unían a los tres votos de rigor el de liberar a otros hermanos más débiles en la fe, aun a riesgo de perder la vida, vistieron hábito blanco con el escudo mercedario, en el que, sobre las barras de sangre de Wifredo el Velloso, está la cruz patada de plata en campo de gules, en una plasmación inversa del distintivo de las capas de los templarios.6

Porque el convento sevillano, donde por cierto vivió el dramaturgo mercedario Tirso de Molina, que convirtió a Miguel Mañara en una figura mítica, estuvo muy integrado en la vida hispalense. En él residieron las hermandades de la Soledad, que venía de Santiago de la Espada y que hoy está en San Lorenzo, y del Santo Entierro, que hoy sigue vinculada a la Merced en San Gregorio. En él se fundó la hermandad de castellanos viejos del Señor de la Pasión y la Madre y Señora de la Merced. Y allí, en la que es ya capilla del Museo, reside, con la Cruz de Jerusalén junto al escudo mercedario, la cofradía del Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas.

Porque la advocación de la Merced, nacida en España, se propagó por todo el mundo, cumpliendo, al menos en parte, el proyecto universal de Jaime I.

Virgen de la Nuestra Señora de la
Merced, del convento de Nuestra Señora
de la Asunción
Porque la Merced tiene un simbolismo que no debemos pasar por alto: una merced es una buena acción que no espera nada a cambio y es también una acción de gracias.7 Y porque la Virgen de la Merced, el 24 de septiembre, en el momento de la cosecha, cristianiza la coherente acción de gracias por todo lo hecho y lo recibido. Luego, el 29 de septiembre, el arcángel san Miguel, el portador de la balanza, pesador de las almas, nos invitará a reflexionar y hacer balance. El equinoccio de otoño, punto intermedio entre el solsticio de verano –la puerta humana– y el de invierno –la puerta divina–,8 es contrapunto del equinoccio de primavera, el de la siembra y la regeneración, el de la muerte y la resurrección, el de la Semana Santa.

Porque al llegar el otoño Sevilla celebra la fiesta de la gloriosa Virgen de la Merced, de las Mercedes y de la Misericordia, de igual manera que en primavera lleva el escudo mercedario en Pasión, en Santa Genoveva y en el Despojo, donde la Madre de la Misericordia es también Madre de los Dolores.

Y porque, en definitiva, el ciclo anual es la repetición del ritmo cosmogónico de destrucción y recreación, donde todo es necesario, más allá de la historia.9

Tras los cultos de la Merced y la feria taurina de San Miguel, Sevilla se preparará, como toda cultura agrícola, para llegar al invierno.



1. Agradezco las reflexiones de Fuensanta Santos, de la Hermandad Soberana de Damas y Caballeros del Temple
2. En aquellos lugares extramuros que quedaban bajo la jurisdicción parroquial de Santa María, los templos eran denominados ayudas. Es también el caso de San Roque o San Bernardo. La iglesia de la O fue ayuda entre 1615 y 1628.
3. Prieto, Javier. La expectación del parto en la iconografía mariana. La profecía de Isaías (Isaías 7, 14) cita: “El Señor mismo os dará por eso la señal: He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y será llamado Emmanuel”.
4. Mena Calvo, José María de. Todas las Vírgenes de Sevilla
5. García Atienza, Juan. El legado templario
6. Ibid. 5
7. “Merced” y “gracia” son, en lo esencial, sinónimos. En francés, incluso, se utiliza la palabra merci como muestra de agradecimiento.
8. Se recomienda la lectura del artículo De Jano a Letrán y de Letrán a Sevilla y a la cruz como signo también del Evangelista, número 7 de la serie Sevilla y las Ocho
Beatitudes de San Juan.
9. Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno


martes, 15 de abril de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (15: …EN LAS PUERTAS DORADAS DE LA NUEVA JERUSALÉN)

Se cuenta que el emperador Constantino llevó a Roma columnas torsas procedentes del Templo jerosolimitano, que se conservaron en la primitiva basílica de San Pedro.1 Recordemos que su madre, santa Elena, fue quien realizó la invención de la cruz de Cristo y quien otorgó la cruz de las cinco cruces al Santo Sepulcro, conformando la que hoy conocemos como Cruz de Jerusalén.2

Dada la creencia de la época de que las columnas del Templo de Salomón eran torsas, de fuste helicoidal, se propagó su uso, alcanzando su mayor grandeza con Bernini en el baldaquino vaticano, entendiendo la basílica central del Cristianismo como un nuevo Templo de Salomón.

A partir de 1630, la columna torsa que significa ascensión, cubierta a menudo de hojarasca que trepa por el fuste, empieza a ponerse de moda en España. En Sevilla proliferaron las inspiraciones en el baldaquino, frutos del ambiente salomónico imperante. La ciudad cubrió las carencias económicas y sociales, cada vez más acentuadas a medida que avanzaba el siglo XVII, con espiritualidad y ornamentación barroca, y las columnas salomónicas inundaron los retablos y los sagrarios, extendiendo su influencia hasta América. Sobreponiéndose a la ruina, el arte sublimado de la ciudad creaba sus propias puertas doradas con salomónicas columnas torsas que querían ser de oro.

En 1658, el cordobés Francisco Dionisio de Ribas innovó el estilo de su hermano mayor Felipe, introduciendo en Sevilla el colosalismo, en retablos como los de las capillas de la Concepción grande y de los Jácomes de la Catedral, el de la capilla de los Vizcaínos, ahora en el Sagrario, y el de los Terceros, por hablar solo de la capital. Otro hermano, Gaspar, se encargaba del dorado y el policromado.

Recreación del retablo efímero de
las fiestas de Santa María la Blanca
Sanz, María Jesús, ob.cit.
En 1665 se consagró el nuevo templo de Santa María la Blanca o de las Nieves, tras una importante reforma financiada por Justino de Neve. El lugar, que había sido sinagoga hasta el pogromo de 1391, era ya iglesia cristiana desde la intervención del cardenal Mendoza. Ahora, coincidiendo con el Breve papal, el templo se dedicó a la Inmaculada.

Para la fiesta se organizó y decoró la calle San José (que había sido la vía principal de la judería), con un retablo efímero frente a la iglesia, minuciosamente descrito por Juan Gómez de Blas en 1666: en el nicho del centro, una pintura de la Concepción de Murillo, con ángeles y nubes, en un marco de escultura con sus atributos, dorado y estofado, enmarcado con cuatro columnas salomónicas.3

Retablo mayor de la iglesia
de San Jorge, del Hospital
de la Santa Caridad
El antequerano Bernardo Simón de Pineda hizo el retablo de la Virgen de la Alegría en la Misericordia y otros pequeños retablos, como el de Santa Ana en la iglesia de Santa Cruz y el de San Onofre, dentro de la Casa Grande de San Francisco, para la Hermandad de las Benditas Ánimas. Pero su obra maestra fue el teatral retablo mayor de la Caridad en 1670, para el entierro de Cristo de Pedro Roldán flanqueado por un salomónico baldaquino exento.

En 1682 murió Juan Caramuel , monje cisterciense, filósofo, matemático y lingüista, que, partiendo de las fuentes de las Sagradas Escrituras, los tratados clásicos y modernos y la arquitectura medieval –y específicamente la de la Catedral sevillana a través del libro de Torre Farfán con motivo de la canonización de Fernando III–, creó un nuevo tratado, recopilando las reflexiones sobre el Templo de Salomón y la arquitectura clásica y reuniendo los elementos de la arquitectura divina, clásica, bárbara y cristiana. Sevilla lamentó la pérdida.4

Retablo mayor del convento de
Santa María de Jesús
Volvamos a la antigua judería. En el convento de Madre de Dios, donde hubiera una sinagoga en la manzana de casas que otorgó a las dominicas Isabel la Católica, el retablo de Francisco de Barahona, de 1684, enmarca a la Virgen del Rosario.

Y en la calle Águilas, en el convento de Santa María de Jesús, el poderoso retablo de Cristóbal de Guadix y Pedro Roldán, de 1690, aparece coronado por el nacimiento de la Virgen.5 El retablo de cuerpo único de Cristóbal de Guadix, con espacios divididos por columnas salomónicas, con rosas y capiteles de caulículos ascendentes, cierra el siglo. Lo vemos, en la parroquia de San Vicente o en la capilla del Calvario.6

Parémonos a recapitular la cantidad de templos cristianos con columnas torsas en la antigua judería: Santa Cruz y Madre de Dios, además de Santa María la Blanca. También el convento de agustinas de la Encarnación, en el antiguo hospital de Santa Marta, sobre casas que fueron hebreas y que pertenecieron después a aquel arcediano de Écija que precisamente había soliviantado a la población contra los judíos, vemos las columnas en el muro frontal del coro, con la adoración de los pastores. Después de todo, Salomón era judío.

La Puerta Dorada de Jerusalén, también llamada Puerta de la Misericordia y Puerta de la Vida Eterna, era la entrada más antigua a la ciudad con acceso directo al Templo de Salomón, hasta que Solimán el Magnífico la cerró y colocó un cementerio delante. La leyenda cuenta que, tras años de esterilidad, Gabriel anunció por separado a san Joaquín y a santa Ana el próximo nacimiento de María, y los esposos se encontraron y se abrazaron ante la Puerta Dorada, emblema de la puerta del Paraíso, asistidos por el ángel, como pintó Alejo Fernández. He aquí la Inmaculada Concepción de María. Luego, por esta puerta hizo Jesús su entrada en Jerusalén el Domingo de Ramos, viniendo de las aldeas de Betfagé y Betania, cercanas a Getsemaní.7 Jesús conocía el Templo, el segundo Templo de Salomón. En otra ocasión lo encontró lleno de ganado, de mercaderes judíos y gentiles y de cambistas de monedas, y a todos los expulsó.8

Puerta del Perdón de la
Catedral de Sevilla
En la cristianizada Puerta del Perdón de la Catedral sevillana, destaca el relieve de la expulsión de los mercaderes del Templo, que hubo que colocar en el siglo XVI para disuadir a los que abusaban de las gradas. En el relieve, de Miguel Perrín o de Miguel Florentín, dos medallones adornan la arcada del Templo junto a la puerta: ¿David y Salomón? ¿La Puerta Dorada?... Como columnas cristianas de la Puerta del Perdón, las dos columnas del Cristianismo: la columna de los judíos: san Pedro, y la de los gentiles: san Pablo. Sobre el relieve y bajo el cuerpo de campanas, el emblema del cabildo: la Giralda entre dos jarras de azucenas que simbolizan pureza. Y, tras el Patio de los Naranjos, para acceder a las naves catedralicias, la Puerta de la Concepción.

Paso de María Santísima
de la Concepción
Porque quizá la máxima expresión sevillana de las columnas se da cuando se convierten en Puerta Dorada de la Inmaculada; como en el retablo de las fiestas de Santa María la Blanca; como en la capilla sacramental de San Lorenzo; como en Santa María de Jesús para una Inmaculada de la Roldana; como en Castilleja de la Cuesta, donde hoy respalda a la Concepción coronada el retablo que Cristóbal de Guadix hiciera para el convento de Mínimas de la calle Sierpes; como en esa reliquia seráfica que es la capilla de San Onofre; o como en San Antonio Abad, donde el altar salomónico del Nazareno se convierte en Semana Santa en dosel de la Concepción, en presencia de la Cruz de Jerusalén.



1. Rosenau. H, Vision of the Temple
2. Vorágine, Santiago de la. La leyenda dorada. Constantino, tras bautizarse como cristiano, envió a su madre, santa Elena, a Jerusalén, en busca de la cruz de Cristo. En el Calvario, tras derribar un templo a Venus, aparecieron tres cruces y, para descubrir la verdadera, las colocaron una a una sobre un cadáver, que resucitó con la de Jesús. Así nació el culto a la Vera Cruz. El hallazgo se conmemoraba antiguamente como la fiesta de la Invención de la Cruz (de invenire, hallar). En el lugar se construyó la basílica del Santo Sepulcro. Santa Elena murió rogando que los cristianos conmemoraran el día del hallazgo, 3 de mayo.
3. Fiestas que celebró la Iglesia Parrochial de Santa María la Blanca, capilla de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarchal de Sevilla: En obsequio del Nuevo Breve concedido por N. Santíssimo Padre Alejandro VII. A favor del Puríssimo Mysterio de la Concepción sin Culpa Original de María Santísima Nuestra Señora, en el Primero Instante physico de su Ser. Con la circunstancia de averse fabricado su nuevo templo para esta fiesta. Dedícase a la Augusta Blanquísima Señora por el postrado afecto de un esclavo de su Purísima Concepción, impreso por Gómez de Blas, Juan, y citado por Sanz, María Jesús, en Fiestas sevillanas de la Inmaculada Concepción en el siglo XVII.
4. Pena Buján, Carlos La Architectura civil recta y oblicua de Juan Caramuel de Lobkowitz en el contexto de la Teoría de la Arquitectura del siglo XVII
5. VV.AA. Sevilla oculta
6. Herrera García, Francisco J. El arquitecto de retablos Cristóbal de Guadix: adiciones y comentarios a su producción. Falcón Márquez, Teodoro. Una arquitectura para el culto. Sevilla penitente, tomo 1
7. Evangelio de san Lucas 19
8. Evangelio de san Mateo 2, 12-17; Evangelio de san Marcos 11, 15-18; Evangelio de san Lucas 19, 45; Evangelio de san Juan 2, 13-25




lunes, 7 de abril de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (14: …PARA VER EL RESPLANDOR TRASCENDENTAL EN EL APOCALIPSIS…)

Se celebraron espectaculares procesiones en Sevilla. Incluso la cofradía de la Concepción del reticente convento dominico de Regina celebró en 1616 una brillante procesión, en la que participaron “los hijos que llaman del padre Bernardo del Toro” que “salieron en forma de congregación”.1

Inmaculada con el retrato de
Mateo Vázquez de Leca 
de Francisco Pacheco.
Colección del marqués de la Reunión
González Polvillo, Antonio, op.cit.
El arzobispo de Sevilla, Pedro de Castro, mandó al arcediano, Mateo Vázquez de Leca, y al cabeza de la Congregación de la Granada, Bernardo de Toro, en comisión a Madrid, de donde fueron a Roma, ya como embajadores de Felipe III. En 1617, Pablo V, que seguía sin querer enfrentarse a los dominicos, otorgó un Breve favorable con la decisión salomónica de permitir las prédicas tanto a maculistas como a inmaculistas, prohibiendo que cada parte censurara a la contraria.2 Vázquez de Leca volvió para dar la noticia. Se desató la fiesta general en Sevilla, pese a la consigna papal de evitar celebraciones. La gente gritaba por las calles: “¡Sin pecado original!”. Hasta se escenificó un negro pecado original en la calle Colcheros (hoy Tetuán).3

En 1617, el jesuita Juan de Pineda juró defender la tesis inmaculista y todos los presentes en su misa juraron con él. Eran años prósperos para la Compañía de Jesús. Entre 1619 y 1620 se abrieron dos colegios jesuitas en ambos extremos de la calle de la Garbancera, junto a la Alameda: el colegio de los Irlandeses o Chiquitos al principio (donde está hoy el cine Alameda) y el dedicado expresamente a la Inmaculada Concepción, también llamado de las Becas (o de las “becas coloradas”), en la calle hoy llamada Becas.4

Por las mismas fechas se fundó en Santa Ana la hermandad de la Purísima Virgen María, que tras varias fusiones está hoy integrada en la de la Esperanza de Triana, con la Pura y Limpia Concepción de María Santísima como titular. La devoción ha inspirado el nombre de la calle Pureza, la antigua calle Larga de Triana.

Estatua de Martínez Montañés en la
plaza del Salvador
Uno de los “seis del particular espíritu” de Hernando de Mata en la Congregación de la Granada era el gran Montañés, figura artística principal del entusiasmo inmaculista de la primera mitad del siglo XVII.

Juan Martínez Montañés (donde “Montañés” parece ser apelativo de su origen, como fue antes el caso de Montano…) había nacido en Alcalá la Real en 1568 y sobre 1582 habría venido a Sevilla desde Granada –como el arzobispo–, afincándose definitivamente en nuestra ciudad y llegando a colaborar en el túmulo de Felipe II. Aquí queda la mayor parte de la importante obra de este hermano del Dulce Nombre, el padre de la escuela sevillana de imaginería llamado el “Lisipo andaluz” y el “Dios de la madera”; aquí están el Cristo de los Cálices –por encargo de Vázquez de Leca–, el Niño Jesús del Sagrario, el Señor de la Pasión, retablos como el de San Isidoro del Campo, el de Santa Clara, el de San Leandro… y, por supuesto, el de la capilla de alabastro de la Concepción de la Catedral sevillana, con la Inmaculada “Cieguecita” como imagen central, siguiendo el modelo de Francisco Pacheco, el suegro de Velázquez, en su Tratado del arte de la pintura. El joven Velázquez también pintó su Inmaculada.

Inmaculada con el retrato de Bernardo de Toro
de Francisco Pacheco.
Colección de don Miguel Granados
González Polvillo, Antonio, op.cit.
Tal vez Pacheco fuera también congregante. Además de policromar muchas obras de Montañés, empezando por el Cristo de los Cálices, retrató, por separado, con la Inmaculada, a Cid, a Toro y a Vázquez de Leca.5 Era costumbre, porque Roelas había pintado a la Inmaculada con Hernando de Mata. Pero la iconografía apocalíptica no estaba aún madura.

La Congregación alcanzó repercusión universal. La misma Inquisición que había reprimido la reforma luterana no pudo con la reforma inmaculista. De las dos opciones que nacieron en Lebrija, una perdió y la otra ganó. Pero, en 1632, tras morir el arzobispo Castro, se destapó este foco sevillano de reformistas que era la Congregación de la Granada. Lógicamente, la dominica Inquisición los persiguió duramente, por alumbrados y, de camino, por inmaculistas, porque el Santo Oficio no podía consentir que nadie interpretara las Sagradas Escrituras. Bernardo de Toro falleció en Roma en 1643 y parece que ahí acabó la historia de la Congregación de la Granada tras un siglo de existencia.6

Decayó la euforia inmaculista institucional, pero el fervor popular siguió muy vivo. El tema de la Inmaculada Concepción no estaba resuelto en la Iglesia. En 1644, una decretal de los dominicos del Santo Oficio de Roma autorizó que se llamara “inmaculada” a la Virgen, pero no a su concepción. No se publicó la decretal, pero los dominicos censuraron libros sobre el tema. Cuando la noticia de la decretal romana llegó a Sevilla, el cabildo colgó un cuadro de la Inmaculada de Murillo con la inscripción “Concebida sin pecado” y la ciudad pidió la intervención del rey ante el papa.

En 1649 ocurrió en Sevilla un episodio determinante para su historia: después de una primavera tremendamente lluviosa, que provocó inundaciones de barrios enteros, la ciudad se vio afectada por la terrible epidemia de la peste bubónica africana. La plaga afectó sobre todo a las parroquias pobres, como la Macarena o Triana. La gente se agolpaba ante el Hospital de las Cinco Llagas. En cuatro meses murieron unas 60.000 personas, casi la mitad de la población,7 y se improvisaron cementerios, llamados “carneros”, en las afueras de las murallas, rodeando la ciudad. En Madrid se prohibió que entraran personas o bienes procedentes de Sevilla. Y en medio de la gran desgracia, murió de peste Montañés con 81 años, siendo enterrado en la desaparecida iglesia de la Magdalena.

Tras la epidemia, aunque la caridad fue paliativo de la miseria y de la injusticia, la ciudad tardó en recuperarse de la apocalíptica experiencia. Floreció la devoción a la Buena Muerte y al Buen Fin. Y, en salomónico contraste, vendrían también los seises, cuando en 1654 se decidió que cantaran sus cánticos y bailaran sus bailes también para la Inmaculada.

En 1656, el alcalde y otros miembros de la junta de la hermandad de los Negros, para sufragar gastos de una fiesta de desagravio a la Inmaculada, se vendieron como esclavos al pie de la cruz de madera en la calle de los Catalanes, hoy Albareda, junto a la plaza de San Francisco, en el lugar desde entonces llamado “Cruz del Negro”. Los nazarenos del Cristo de la Fundación –de canastilla con salomónicas columnas de caoba– y de la Virgen de los Ángeles llevan hoy con legítimo orgullo el escapulario azul sobre su túnica blanca.

Estatua de Murillo en el
monumento a la Inmaculada
Concepción, en la plaza del Triunfo
En su ánimo de recobrarse, o tal vez de redimirse, la ciudad se identificó en la iconografía de la Inmaculada Concepción generada por Murillo, el artista que supo retratar el esplendor de María, triunfante y radiante en el Apocalipsis.

El último libro de la Biblia narra cómo aparece en el cielo una mujer “revestida de sol, con la luna bajo sus pies y con corona de doce estrellas sobre la cabeza”.8 Ya, en la visión de Juan, el Cordero había abierto el libro de los siete sellos, empezando por los cuatro primeros mientras aparecían los cuatro jinetes: la victoria, la guerra, el hambre y la muerte. Ya habían sonado las trompetas… Y entonces apareció la mujer, encinta, con dolores de parto y angustias por dar a luz. Satanás, dragón de color de fuego, de siete cabezas y diez cuernos, quiso devorar al fruto del vientre de la mujer, pero Miguel, el ángel, lo evitó. El dragón vencido persiguió a la mujer con la intención de acosar a su descendencia. Luego vino la gran bestia de siete cabezas y diez cuernos, cuyo número, 666, sería la marca necesaria para que cualquiera, rico o pobre, pudiera “comprar o vender”, y otra bestia, con apariencia de cordero, ejecutaba sus mandatos. Vino entonces el Cordero sobre el monte Sion, con los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados. Vinieron los ángeles y el Hijo del hombre, y vino Babilonia, la gran prostituta (me resisto a escribirlo como lo pienso y como ha quedado en la sabiduría popular), montada en un dragón escarlata, también con siete cabezas y diez cuernos. Y, tras la caída de Babilonia y la exterminación de las bestias, Satanás sería encerrado por un milenio, pasado el cual será liberado y vencido definitivamente. Será entonces la hora del juicio final y de la Jerusalén celeste, con el trono de Dios y del Cordero.9

Importante papel el de la mujer apocalíptica, la gran madre, la reina del cielo.

Como reina del cielo adoraban los fenicios a Astarté,10 e incluso le rindió culto Salomón, el más sabio entre los hombres, con la consiguiente ira de Dios.11 Cuenta la leyenda que Astarté, perseguida por el fenicio Melkart (Hércules para los amigos), se refugió en la orilla derecha del río ¡y fundó Triana! Hércules remontó el río por amor, se estableció en la orilla izquierda y fundó Spal, según lo cual se equivocó de orilla en cuanto a sus pretensiones amorosas. Astarté, adorada en Tartessos y, asociada a Venus, fue llamada “Estrella de la mañana”.12 Graciosísimo.

Inmaculada Concepción
de Bartolome Esteban
Murillo.
Museo del Prado. Madrid
Bartolomé Esteban Murillo, el pintor sevillano que habría perdido al menos a un hijo con la peste, el hombre piadoso que ingresaría salomónicamente en la cofradía de la devoción dominica del Rosario y en la Orden Tercera de San Francisco; la buena persona que pintaría cuadros para la hermandad de la Caridad porque así se lo pidió Miguel Mañara, padrino de dos de sus hijos, pintó a la reina celestial grácilmente encinta, sobre la luna, con una sutil radiación plateada tras su cabeza, vestida de blanco y azul y asistida por angelitos en un cielo de oro, inundado de sol. 

Por Sevilla habían pasado los cuatro jinetes del Apocalipsis: el de la victoria y el de la guerra, en el Imperio; el del hambre, con el declive; el de la muerte, con la pestilencia.

Y Murillo, intérprete de la sensibilidad de esta tierra, que retrató con ternura la penuria sevillana, pintó cerca de veinte Inmaculadas, las Inmaculadas de Murillo, que conformarían, ya para siempre, la apocalíptica iconografía inmaculista universal.

En 1661, la insistencia sevillana en defensa del misterio dio sus frutos con el papa Alejandro VII, que proclamó la antigüedad de la pía creencia y admitió la fiesta, en su bula Sollicitudo omnium ecclesiarum. Para celebrarlo, se remodeló la iglesia de Santa María la Blanca a expensas de Justino de Neve, con cuadros de Murillo y con columnas salomónicas…



1. Hazañas y la Rúa, Joaquín.Vázquez de Leca, 1573-1649 citado por Sanz, María Jesús en Fiestas sevillanas de la Inmaculada Concepción en el siglo XVII
2. Huerga Teruelo, Álvaro. Historia de los Alumbrados (1570-1630). IV: Los Alumbrados de Sevilla (1605-1630)
3. Ros, Carlos. La Inmaculada
4. Madrazo, Pedro de. Sevilla y Cádiz
5. González Polvillo, Antonio. La Congregación de la Granada, el Inmaculismo sevillano y los retratos realizados por Francisco Pacheco de tres de sus principales protagonistas: Miguel Cid, Bernardo de Toro y Mateo Vázquez de Leca
6. Ibid. 5
7. Domínguez Ortiz, Antonio. Historia de Sevilla. La Sevilla del siglo XVII
8. Apocalipsis 12
9. Apocalipsis 6-22
10. Jeremías 7, 17-19
11. 1 Reyes 11.5
12. Lauriño, Manuel. Visión mitológica de Triana


martes, 1 de abril de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (13: …Y LUZ DE COPLAS QUE SON HIMNOS…)

Parece que fue en 1541 cuando un hombre del pueblo, de profesión cerrajero, llamado Gómez Camacho, promovió una organización inmaculista en torno al convento lebrijano de la Orden de Inmaculada Concepción.

Santa Beatriz da Silva
Esta orden había sido fundada en Toledo en el siglo anterior por santa Beatriz da Silva, portuguesa de formación franciscana cuya frente, a la hora de la muerte, se adornó con una refulgente estrella…

Gómez Camacho, que había contactado en Jerez de la Frontera, donde vivía, con Marta de San Andrés, discípula espiritual de san Francisco de Paula, se apoyó en la profecía de este franciscano italiano, fundador de los Mínimos. La profecía hablaba de los Crucíferos, caballeros defensores de las misiones, y de la Milicia de la Cruz, “azote de los soldados prevaricadores y de los falsos profetas” bajo el patronazgo de Elías, y hablaba también de un Gran Monarca español, descendiente de santa Elena y de Pipino el Breve, y de una importante ciudad de España no identificada, que sería la capital de la religión definitiva.1

El cerrajero se erigió como “cabeza” de esta idea y guardián de su “secreto”, y previó su sucesión hasta el fin del mundo. Los que llegaren vivos a ese momento crucial debían estar dispuestos a morir como mártires, pero el grupo superviviente implantaría el Reino del Milenio tras la Parusía de la segunda venida de Cristo y una vez vencido el Anticristo. De todas formas, antes, cuando se proclamara el dogma de la Inmaculada Concepción, los congregados reformarían la Iglesia. Este grupo hermético de heterodoxos alumbrados, establecido en el eje Lebrija-Jerez-Sevilla a mediados del siglo XVI, entroncó con las ideas evangélicas y reformistas del lebrijano Rodrigo de Valer, amigo y discípulo de Gómez, que derivó hacia el luteranismo.2 Pero el reformismo crucífero, a diferencia del protestante, creía que la mujer apocalíptica revestida de sol, con la luna a sus pies y coronada de estrellas, no era otra que la Purísima Virgen María. Y eso sí fue avalado por Trento.3

A Gómez Camacho lo sucedió en 1553 Rodrigo Álvarez, el jesuita –también lebrijano– confesor de Teresa de Jesús, que trasladó la congregación a la capital, a la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, y compartió el secreto con un grupo de elegidos iniciados: los “seis del particular espíritu”.

En el seno del convento de los Mínimos de Triana, dedicado a Nuestra Señora de la Victoria (donde hoy está el colegio Reina Victoria), se fundó en 1560 la hermandad de luz de Nuestra Señora de la Estrella.4 Hoy, la corporación de penitencia del Domingo de Ramos, que tiene a san Francisco de Paula como titular, ostenta una estrella de seis puntas en su escudo, como símbolo de los seis días de la Creación, de los seis atributos de Dios (poder, sabiduría, majestad, amor, misericordia y justicia) y como sello de la estirpe de David; una estrella azul y blanca, los mismos colores de los nazarenos del palio, los mismos colores de la Inmaculada. Son muchas casualidades.

Además de los clérigos, había muchos artistas congregados. Uno de los primeros fue el salmantino Juan Bautista Vázquez el Viejo, autor del Cristo de Burgos y presunto autor artístico del Giraldillo.

Capilla de la Virgen de la
Granada, en la logia del Lagarto
de la Catedral de Sevilla
El tercer cabeza de la congregación fue, desde 1587, Hernando (o Fernando) de Mata, considerado un santo en vida, que predicaba en el púlpito del Patio de los Naranjos de la Catedral hispalense, junto a la capilla de la Virgen de la Granada. Y desde entonces, el grupo fue conocido como la Congregación de la Granada.5 El simbolismo de la granada venía bien: la multiplicidad unificada, la fecundidad y la unidad del universo.6 Hay que recordar que en el Templo de Salomón abundaban las granadas, incluso en el cetro del sumo sacerdote, según se ha descubierto recientemente. Y, en el Cantar de los Cantares, le parecen granadas al amado las mejillas de su amada.7 La recurrencia salomónica del símbolo es patente. 

¿Provendría de la Congregación de la Granada la fórmula “Ave María Purísima/ sin pecado concebida”? Lo ignoro, pero se me figura procedimiento de seña y contraseña entre iniciados.

¿Y cuál era el secreto de la Congregación de la Granada? ¿Sería Sevilla la importante ciudad llamada a ser el núcleo de la religión definitiva?

Retrato del arzobispo
Pedro de Castro y Quiñones
con la abadía de Sacro Monte al fondo
De Granada, precisamente, vino en 1610 el nuevo arzobispo de Sevilla, Pedro (Vaca) de Castro y Quiñones, quien, como arzobispo allí, había fundado ese templo a la sabiduría salomónica que es la abadía del Sacro Monte, para albergar los Libros Plúmbeos y las reliquias de san Cecilio, que habían aparecido en 1595 en un monte del lugar entonces llamado Valparaíso, junto a Granada.

Detalle de la iglesia de la abadía
del Sacro Monte, con un sello
salomónico que integra
otros seis y el nombre
de Jesús en árabe
Los plomos se consideraron en un primer momento como verdaderos apócrifos de mártires hispanorromanos,8 y, como aludían a la Concepción Inmaculada de María, Pedro Vaca de Castro (o de Castro Vaca) –¿crédulo o estratega?– los utilizó para sondear posibles alianzas a favor de la causa inmaculista.9 Las reliquias se consideraron sin duda auténticas de la época romana, de los discípulos del apóstol Santiago, y san Cecilio de Elvira, el más significado entre ellos, fue nombrado patrón de Granada. Hoy se tiene claro que los plomos –escritos en caracteres árabes salomónicos– fueron realizados por moriscos que buscaban de esa forma ganar una buena imagen ante los cristianos gobernantes y evitar la expulsión. A título de curiosidad comentaré que en el museo de la abadía se exponen una lámina o cubierta del Libro de la Esencia de Dios escrito por Tesifón, discípulo del Apóstol Santiago, y otra del Libro del Fundamento de la Iglesia.

El cabildo catedralicio sevillano, como el granadino, hizo juramento de inmaculismo, asumiendo el lema e himno Tota Pulchra, creado en el siglo IV e inspirado en el Cantar de los Cantares y en el libro de Judit.

El cura Bernardo de Toro, que firmaba como “Esclavo de la Virgen Santísima”, sucedió a Hernando en 1612 como predicador y como cabeza de la Congregación de la Granada. En su grupo había dos mujeres: la beata María de Santiago y la monja María de Vallejo, de la Encarnación.10

Rótulo de la calle Miguel Cid, de Sevilla, con reproducción de
un cuadro de la Inmaculada de Murillo y el estribillo de las
coplas de Miguel Cid
En 1613 estalló la apasionada y heterodoxa defensa de la Inmaculada Concepción de María en la barroca Sevilla, con casi cincuenta conventos y en constante procesión.11

Bernardo de Toro se asoció con el arcediano de Carmona y sobrino del consejero de Felipe II, el jesuita Mateo Vázquez de Leca, que patrocinó la difusión de las coplas de Miguel Cid, comerciante textil de fácil y graciosa versificación, glosando la idea de los franciscanos de San Diego. Las coplas se cantaron en las numerosas procesiones, con el estribillo que ilustra el rótulo de la calle dedicada a este poeta del pueblo, junto con una Inmaculada de Murillo (aunque, a decir verdad, Murillo no había hecho aún su aparición).

Tratado de la Inmaculada, de
Pedro de Castro.
Universidad de Sevilla
La cuestión inmaculista pasó a las instituciones. Se sumaron el ayuntamiento y el Colegio de Santa María de Jesús. En 1615, se publicó, bajo la dirección del arzobispo (cuyo escudo aparece en la portada orlado por sellos de Salomón) un Tratado de la Inmaculada Concepción de la Virgen María N.S.12

Lo inmaculista y lo salomónico casi se confundían. El sello de Salomón, que había sido en Granada signo de sabiduría e inmaculismo al mismo tiempo, se hizo presente en el Alcázar sevillano, en el que trabajaba Vermondo Resta, el milanés que había traído nuevas formas italianas a Sevilla, y que había contado con el respaldo del epicospado hispalense. De hecho, abundan en el Alcázar los detalles salomónicos, como los sellos de seis puntas en las cancelas o los pares de columnas en los jardines.13

Las hermandades empezaron a pronunciarse, de forma general, a favor del misterio –que no dogma aún– de la Inmaculada Concepción, con votos de sangre, imitando la declaración que, en el siglo anterior, había incluido en sus reglas la cofradía de la Limpia Concepción del Convento Casa Grande de San Francisco.14 Así lo hicieron, en 1615, la hermandad clerical de San Pedro Ad Vincula y la de la Santa Cruz de Jerusalén, la cual hizo solemne voto y juramento de “creer, proclamar y defender, hasta derramar su sangre, si preciso fuere” en la Concepción Inmaculada de María Santísima. Fue por esta época cuando se empezaron a tocar las Saetas con música de capilla, que todos llamamos “los pitos del Silencio”.15 Y en el escudo de la hermandad, cuyos nazarenos proclaman el voto con una espada y una vela, el círculo azul inmaculista rodea a la Cruz de Jerusalén, la cruz de las cinco cruces, que santa Elena dio a los primeros cofrades del Santo Sepulcro.

Nazarenos de la cofradía del
Silencio, con la vela y la espada
flanqueando la bandera
concepcionista
www.liturgia.mforos.com
La hermandad del Silencio no fue la primera, pero sí fue pionera entre las cofradías sevillanas en tanto que expresiones de religiosidad civil. Otras hermandades siguieron el ejemplo.

Y el fervor inmaculista se extendió por toda España.



1. Cartas de san Francisco de Paula a Simón de Limena, señor de Montalvo
2. Se recomienda la lectura de la entrada núm. 8 de esta serie, Salomonismo en la Reforma, salomonismo en la Contrarreforma… Salomonismo enfín
3. González Polvillo, Antonio. El jesuita y confesor de santa Teresa de Jesús Rodrigo Álvarez: características y genealogía de su espiritualidad
4. Bermejo y Carballo, José. Glorias religiosas de Sevilla
5. González Polvillo, Antonio. La Congregación de la Granada, el Inmaculismo sevillano y los retratos realizados por Francisco Pacheco de tres de sus principales protagonistas: Miguel Cid, Bernardo de Toro y Mateo Vázquez de Leca
6. Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos
7. Cantar de los Cantares 6, 7
8. Barrios Aguileria, Manuel y García-Arenal, Mercedes. Los plomos del Sacromonte: invención y tesoro
9. Sánchez Jiménez, Antonio. El dogma de la Inmaculada Concepción como arma de confrontación territorial en la Sevilla del siglo XVII
10. Sánchez Herrero, José. Historia de la Iglesia de Sevilla. Cuarta parte. Sevilla Barroca (1581-1700)
11. Morales Padrón, Francisco. Memorias de Sevilla (1600-1678)
12. Sanz María Jesús. Fiestas sevillanas de la Inmaculada Concepción en el siglo XVII
13. Morales, Alfredo J. Arquitectura del XVI en Sevilla. Cuadernos de Arte Español
14. Arenas, Hilario. Diario ABC 1975. Moreno Navarro, Isidoro. La antigua Hermandad de los Negros de Sevilla.
15. Sánchez Herrero, José. La Semana Santa de Sevilla