miércoles, 11 de diciembre de 2013

LA CASA DE LA PAJERÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS (14: GEOMETRÍA Y DEVOCIONES)

En 1956, la capilla del Mayor Dolor fue cedida a los Padres Claretianos, quienes la cedieron en 1981 a la Hermandad de Jesús Despojado de sus Vestiduras, que provenía de San Bartolomé.

Pero antes hay que hablar de Santa Ana. En 1972, Rafael Manzano dirigió la restauración de la Real Parroquia que había sido levantada por el Rey Sabio en la puebla dispuesta por él mismo al sur del castillo de Triana. Con la idea de respetar el diseño original, mantuvo el ladrillo visto en el interior, y descartó las cartelas del Vía Crucis que habían estado colgadas sobre los muros enfoscados y encalados. Dicen que se inventó un nuevo diseño para marcar las estaciones y que, queriendo hacer algo acorde con el siglo XIII, creó un nuevo Vía Crucis, embutiendo en el ladrillo mudéjar del templo fortificado pequeñas lápidas cuadradas, todas iguales, ¡con cruces templarias!

La práctica del Vía Crucis comenzó espontáneamente en Jerusalén. En 1536, Fadrique Enríquez de Ribera, después de su viaje a Tierra Santa, la instauró en Sevilla. Y dentro de las iglesias no comenzó hasta 1686, cuando Inocencio XI la permitió a los franciscanos, extendiéndose con carácter general en 1726 con Benedicto XIII. Sin embargo, puede que hubiera un culto precursor propagado por los peregrinos a Tierra Santa y por los guardianes de los caminos, los caballeros del Temple, como parece evidenciarse en la zamorana ermita de Los Remedios (1). Y estas cruces de Zamora son muy similares a las de Santa Ana. ¿Encontró algo Manzano en Santa Ana que le diera la idea del Vía Crucis templario?

La cruz roja patada (pattée en francés), que fue emblema visigótico, está seguramente inspirada en el crismón de cuatro brazos. Proveniente de la cruz celta y heredera de la vieja rueda druídica, es alegoría solar de los inicios y los ciclos (2) y símbolo sagrado de la cuadratura del círculo. Significa la unión del cielo y la tierra. El vacío entre los brazos semeja una flor de cuatro pétalos o trébol de cuatro hojas, símbolo de los druidas celtas y de los maestros iniciadores. Sus cuatro brazos iguales representan a los cuatro evangelistas, las cuatro estaciones y los cuatro elementos. Se piensa que fue esta la cruz, que está presente en la iconografía del Agnus Dei, la otorgada en 1147 al Temple por el papa cisterciense Eugenio III, el mismo que requirió a su maestro, Bernardo de Claraval, que predicara la Segunda Cruzada. La usaron en sus signos los reyes de Castilla desde la Cruzada de Las Navas de Tolosa hasta que empezaron las intrigas: Alfonso VIII, Enrique I, Fernando III y Alfonso X. Valga como muestra el de Fernando III datado en 1217.

La canastilla del paso de Jesús Despojado evoca los templos por los que ha pasado, con las efigies de los santos titulares. Allí está el Apóstol Natanael (Regalo de Dios), llamado Bartolomé por ser hijo de Tolmay o Ptolomeo (el que abre los surcos). San Bartolomé fue objeto de fuerte devoción por los freires del Temple, quienes lo relacionaban con la inmortalidad porque sobrevivió al desollamiento al que lo sometió Astiagés, rey de Armenia (3). Así que con la llegada de este santo al Compás de la Laguna se produce también una especie de histórica cuadratura del círculo.

En el Cañón del río Lobos, en Soria, en un lugar sorprendentemente insólito a una distancia asombrosamente igual del cabo de Creus y del de Finiesterre, está la ermita templaria de San Bartolomé de Ucero, (4) que perteneció al cenobio de San Juan de Otero, y en la que se venera a la Virgen de la Salud. En los hastiales de los dos brazos del crucero, hay sendas pentalfas invertidas, enigmáticas y sobrecogredoras, figurándose en cada una diez corazones. La pentalfa, de un solo trazo continuo, contiene el simbolismo de la regla áurea y la quintaesencia, y es considerada símbolo de la salud y de la felicidad (5). Su inversión nos habla de obra no culminada, de un permanente estar en el camino…

Y dentro del templo, en el suelo, una cruz patada inserta en un círculo, con una flor de vida hexagonal en el centro, transmite a quienes la pisan la energía de este lugar de poder. Por otra parte, no olvidemos que el hexágono es la base del Sello de Salomón o Estrella de David.

Pues bien, hay en Sevilla, en la calle Duque Cornejo, una casa que perteneció al Cabildo, como acredita su emblema, y que tiene esgrafiados con la cruz patada y la flor de la vida. Le corresponde el número 6, aunque afortunadamente se ha respetado la fachada.


Pero además ya hemos visto que, gracias a Olavide, tal vez sea Sevilla la ciudad con más cruces patadas…

San Bartolomé es patrón de Jerez de los Caballeros, la base templaria para contribuir a la conquista de Sevilla, y de Villalba del Alcor, el lugar que conquistaron y bautizaron los templarios procedentes de un lugar leonés llamado Villalba del Alcor (que se cambió el nombre en 1916 para evitar confusiones y hoy se llama Villalba de los Alcores, en la provincia de Valladolid), donde sigue en pie la iglesia de Nuestra Señora del Temple. El Temple dedicó mucha atención a la Villalba del reino de Sevilla, como extensión de la posesión de Rostiñana, para promover la implantación en La Rábida, porque tenía la idea fija de montar un puerto en el Atlántico como el que tenía en La Rochelle. La iglesia parroquial de San Bartolomé de Villalba del Alcor es una obra arquitectónica excepcional, que más bien parece, por sus bóvedas y sus azulejos, una mezquita fortificada (6).

Cuenta también Villalba con un templo octogonal, la ermita de Santa Águeda. Y además muy cerca de San Bartolomé, una cruz patada, con los extremos ligeramente cóncavos, luce en la fachada del convento carmelita del bienaventurado San Juan Bautista, el precursor de Cristo, el santo del solsticio de verano, cuya cabeza cortada, emblema de desprendimiento, supuso tanta inspiración y devoción a los caballeros del Temple.

El octógono representa la perfección. Las iglesias octogonales, siempre enigmáticas, son en su gran mayoría obra del Temple, porque precisamente están inspiradas en el Santuario de la Roca de Jerusalén, el Kubbat-el-Sakhra, levantado en el centro del espacio que había sido del Templo de Salomón. Junto a ella está el Kubbat-el-Aqsa, la Cúpula Felicísima que Balduino II entregó en 1118 a nueve caballeros, los Pobres Compañeros de Cristo, que pasaron a serlo también del Templo de Salomón (7) y que luego serían llamados templarios.

Puede ser casualidad, pero existe una torre octogonal inserta en los muros de la iglesia sevillana de San Gil, la primera que encontraba el visitante que entraba en Sevilla por donde únicamente se podía entrar desde tierra, desde el norte (al oeste, el Guadalquivir; al este y al sur, el Tagarete), enfilando el Cardo Maximus. Será casualidad, pero san Gil, ermitaño de origen griego, abogado contra enfermedades como la epilepsia, el mal de San Gil, era otra devoción templaria, presente en Luna o en Huete.

A finales del siglo XIII, quedó dibujado el mapa triangular de las posesiones templarias en el antiguo reino de Sevilla, con Xerez (de los Caballeros) como núcleo principal del bayliato de Badajoz, Sevilla como capital y Lepe como núcleo costero. Lo sorprendente es que la distancia desde el castillo de Xerez a nuestra casa de la Pajería, a la isla de Saltés y al centro de Lepe es, en los tres casos, de 124 kilómetros (8).

Hay que cerrar haciendo referencia a las devociones marianas relacionadas con la Pajería, desde la Virgen Negra de Atocha hasta Santa María de Barrameda, que tuvo su ermita junto al hospicio que construyeron los templarios, para que fuera apeadero y embarcadero del priorato sevillano, para controlar el Guadalquivir desde la desembocadura hasta la Pajería, y todo ello con permiso de Alfonso X y como premio a su ayuda en la conquista de la otra Jerez, la que luego fue de la Frontera (9).

Hay que mencionar a aquellas otras dos Vírgenes llamadas de los Remedios (como la de Zamora): la patrona de Fregenal, la fresneda templaria en la sierra, y la de La Rábida, en la costa. Hay que contemplar a las fernandinas y alfonsinas y a las que aparecieron: las de la Bella y de Escardiel, pasando (¡cómo no!) por el Rocío, y la Piedad de Santa Marina. Hay que referirse con singular ternura a la teresiana Virgen del Carmen. Y a la del Dulce Nombre, de las niñas perdidas. Hay que recordar a la de las Fiebres y hay que dar las gracias por la de Roca-Amador. Y hay que ver el Domingo de Ramos a la Virgen de los Dolores y Misericordia, que es asistida por el otro san Juan, el Evangelista, el del solsticio de invierno, y que, curiosamente, luce en la delantera de su paso una miniatura de la de Escardiel. El marianismo de Sevilla y de su reino es proverbial. Por supuesto, debemos agradecérselo a san Fernando, que sin duda vino inspirado por san Bernardo.

Fue precisamente Bernardo de Claraval quien puntualizó, con gran carga gnóstica y sufí (10), que “Dios es longitud, anchura, altura y profundidad” (11). Hemos visto –muy por encima– la geometría. La tercera dimensión la buscaremos en los cielos, en la próxima entrega de la serie, a modo de epílogo.



(1) Sergio Pérez, historiador vinculado al proyecto “Zamora Románica”, atribuye las cruces templarias de la ermita de Los Remedios a una “especie de culto previo a los viacrucis”, que habría sido propagado por los peregrinos y los templarios.
(2) El uso del participio pasivo en ambos géneros es normal en heráldica (p.e. timbrado, cuartelado, acostada, superada, etc.). En cuanto a la simbología de los inicios y los ciclos, cabe decir que es una constante en la mitología universal. Roma la personificó en el culto a Jano y la iglesia católica la ha personificado en los santos Juanes. Se recomienda al respecto la lectura de la serie “Sevilla y la Cruz de las Ocho Beatitudes” en este mismo blog.
(3) Ávila Granados, Jesús. La mitología templaria
(4) García Atienza, Juan. Guía de la España templaria
(5) Almazán Gracia, Ángel. El mandala templario del río Lobos
(6) Ibid. 4
(7) Alarcón Herrera, Rafael. A la sombra de los templarios
(8) Carrillo, Emilio. La Orden del Temple, un nuevo descubrimiento
(9) Velázquez-Gaztelu, Juan Pedro. Fundaciones de todas las iglesias, conventos y ermitas de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sanlúcar de Barrameda. Año de 1758
(10) Blaschke, Jorge. Los grandes enigmas del cristianismo
(11) San Bernardo. De consideratione ad Eugenium Papam



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