viernes, 28 de junio de 2013

SEVILLA Y LAS OCHO BEATITUDES DE SAN JUAN (2: CABALLEROS SEVILLANOS DE SAN JUAN DE ACRE)

Ya durante el asedio de Sevilla, Fernando III prometió a la Orden de San Juan –la Religión, como la llamaban sus freires– la concesión de un espacio físico y unos importantes privilegios una vez fuera conquistada la ciudad, todo lo cual fue ratificado luego por Alfonso X en la persona del prior Fernando Rodríguez.

En el repartimiento de Sevilla, se concedió a la Orden un islote (así se llamaron los lugares cerrados que se concedieron), junto a la muralla, en el ángulo noroeste, en el barrio conocido como de la Abadía, según se cree, por haber residido allí los abadíes. Todas las órdenes se colocaron junto a la muralla, por razones militares obvias.

Siguiendo el croquis propuesto por José González Carballo (1), basado en el plano de Olavide, según se entraba por la Puerta de San Juan (1 en el plano), a la que diera nombre Garci Pérez de Vargas, se accedía al compás hospitalario dejando a la derecha la plaza de Santiago de la Espada, de la Orden de Santiago (5 en el plano), de la que ya hablaremos. El compás, de doscientos pasos de largo y ciento cincuenta de ancho (de traviesa, según Ladero) (2), tenía los siguientes límites: al sur por la calle de la Estrella (hoy Guadalquivir y Puerta de San Juan de Acre); al este por la calle Real del Arquillo (hoy final de Santa Clara), en la que había un acceso controlado, frente a los islotes de Don Fadrique y de Santa Clara (4 en el plano); al norte por la calle Husillo (hoy final de Lumbreras), tras la que estaban las huertas de San Clemente; y al oeste por la propia muralla. Dentro del compás estaba la plazuela de San Juan (hoy calles Mendigorria y Pizarro), y las calles Mozas (hoy Álvaro de Bazán) y Franquillos (hoy Clavijo).

El priorato se dedicó a San Juan de Acre, en homenaje a la que entonces, ya perdida Jerusalén, era sede principal de la Orden, en Tierra Santa; pertenecía a la collación de San Lorenzo, pero tenía independencia territorial, inmunidad, autonomía jurisdiccional, libertad de toda carga y exención de las autoridades real y episcopal. A cargo del prior estaban dieciséis capellanías, entre las que destacaba la de Tocina.

La jurisdicción de San Juan de Acre tuvo, desde principios del siglo XV, una iglesia parroquial de Santa Ana (3 en el plano), que tenía un encantador altar revestido de azulejos con un retablo de lienzo dedicado a San Juan, a Santa Ana y a la Virgen María, y otros altares del Desamparo de la Cruz y de la Columna y la Verónica. Había también en el compás una capilla de la Virgen de la Estrella (2 en el plano), donde hoy solo hay casas bajas, en la calle del mismo nombre.

A raíz del repartimiento del alfoz de Sevilla (3), los hospitalarios montaron una importante bailía en torno a Lora del Río, que incluía Peñaflor y Tocina, y recibieron también Aznalfarache (Hoy San Juan de Aznalfarache), Robaina (hoy Pilas), Las Cabezas de San Juan (tampoco el nombre aquí es casualidad), e incluso Aroche, Serpa y Moura, estas dos últimas pertenecientes hoy a Portugal. Basten como ejemplos los escudos de San Juan de Aznalfarache, Lora del Río y Tocina.


A finales del siglo XV, la presencia de la Orden creció y se consolidó en Sevilla, gracias a la fundación del Convento de Santa Isabel que sería la sede de la rama hospitalaria femenina, que será el argumento de la próxima entrega. Luego la Orden decayó. Mencionaremos aquí, dentro del sentido caballeresco de la entrega de hoy, dos detalles más:

Uno, que la que la iglesia de San Juan de Acre, definida ya por Félix González de León (4) como “sumamente mezquina y pobre”, acogió en 1593 a una hermandad que había sido fundada en 1480 en el Hospital de San Antonio, en la collación de Omnium Sanctorum (por cierto, junto a la calle Cruz Verde), dedicada al culto de la Sangre de Cristo (5), que estuvo también unida a la de Montesión y que desde su implantación en la Barqueta se llamó del Santísimo Cristo de la Sangre, San Juan Bautista y María Santísima de la Candelaria. Esta cofradía tuvo como escudo una cruz de San Juan en campo de sable (negro), similar a la que llevan hoy en el antifaz los cofrades de la Soledad de San Lorenzo, hermandad que en 1601 se trasladó a la iglesia de los Mínimos de San Francisco de Paula (hoy del Sagrado Corazón), en la calle de las Palmas (hoy Jesús del Gran Poder).

Y dos, que la Orden, que pervive hoy como Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta, tiene en funcionamiento desde fecha muy reciente, y prácticamente en el mismo lugar que ocupara la iglesia prioral, un comedor social al que acuden diariamente cerca de 150 personas, y que responde al mismo glorioso nombre de San Juan de Acre.







(1) González Carballo, José. La Orden de San Juan en Sevilla (Siglos XIII-XVI)
(2) Ladero Quesada, Miguel Ángel. Historia de Sevilla: la Ciudad medieval (1248-1492)
(3) González González, Julio. Repartimiento de Sevilla
(4) González de León, Félix. Noticias Artísticas de Sevilla...
(5) Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las Cofradías Sevillanas
www.wikipedia.org

viernes, 14 de junio de 2013

SEVILLA Y LAS OCHO BEATITUDES DE SAN JUAN (1: SAN JUAN DE JERUSALÉN EN SEVILLA)

Cuando, en 1048, un grupo organizado de comerciantes amalfitanos encabezados por Gerardo Tum consiguió permiso del califa de Egipto para construir en Jerusalén una iglesia, un convento y un hospital de peregrinos, se llevó consigo, como símbolo, la cruz blanca de Amalfi, de ocho puntas.

La Primera Cruzada llevó a la institución hospitalaria a militarizarse. La cruz fue, a partir de entonces, el emblema más representativo de la espiritualidad cruzada, llegando a ser utilizada, con diferentes colores, por las distintas órdenes: blanca por los hospitalarios de San Juan, roja por los templarios, verde por los lazarianos, negra por los teutones. Incluso, según muchos investigadores, fue la base para el alfabeto secreto de los templarios y para las construcciones octogonales. Además, no podemos obviar que el ocho, número del que emanan todos los demás, si seguimos a Emilio Carrillo, es asumido como propio por Sevilla, como símbolo de unión (1).

De ese espíritu cruzado surgió el concepto de las Ocho Beatitudes, que suponen una puesta en activo de las Bienaventuranzas, acorde con la teología del momento y con el espíritu de la Guerra Santa predicada por San Bernardo. Procede un somero repaso a estas Beatitudes:

La primera es poseer el contento espiritual y se correspondería con la primera bienaventuranza (Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos), paradigma de la verdad y la armonía interior.

La segunda es vivir sin malicia y se correspondería con la segunda bienaventuranza (Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra). El cruzado sustituye la virtud de la mansedumbre por la de la bondad basada en la fe. Es significativo.

La tercera, llorar los pecados, refleja claramente la tercera bienaventuranza (Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados).

La cuarta es humillarse al ser ultrajados. Podemos ponerla en relación con la séptima bienaventuranza (Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios), aunque se huye de la consideración de la paz como principio máximo. El cruzado tenía que ser humilde y dispuesto permanentemente al arrepentimiento, aunque no necesariamente pacifista, como ha quedado largamente evidenciado.

La quinta beatitud es amar la justicia y claramente se corresponde con la cuarta bienaventuranza (Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados).

La sexta consiste en ser misericordiosos. Está aquí la quinta bienaventuranza (Bienaventurados los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia).

La séptima beatitud es la de ser sinceros y limpios de corazón, equiparable a la sexta bienaventuranza (Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios). Es el valor de la pureza.

Finalmente, la octava, sufrir con paciencia las persecuciones, va con la octava bienaventuranza (Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos), valorando la paciencia más que el puro hecho de sufrir la persecución.

Tras la pérdida de Jerusalén a manos de Saladino en 1187, la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén se instaló en la ciudad costera de Acre, llamada San Juan de Acre, donde levantó un nuevo hospital. Allí permaneció hasta 1291, fecha en que terminó la aventura cruzada de ultramar.

Pero estaba dando mejores resultados la aventura cruzada ibérica. La orden, implantada discretamente en Castilla hasta entonces, intervino en ayuda de Fernando III en el avance hacia Sevilla, con su prior Fernán Royz a la cabeza. Los hospitalarios tuvieron su campamento en la zona norte extramuros, entre la Macarena y Torneo y prestaron asistencia de retaguardia a las mesnadas, de acuerdo con su ideario, en el Hospital de Sangre, "en esta rinconada del río" (2), perteneciente a la encomienda de Setefilla, que llegaba hasta muy cerca de la capital. A propósito, hay que recordar que Setefilla es zona de implantación celta posterior a la caída de Tartessos (3) y que su nombre, también integrador, alude muy probablemente a los siete conventos romanos hispalenses que controlaban la calzada procedente de Corduba, hasta Híspalis, en torno al Betis, simbolizados en siete hijas: Celti, Axati, Arva, Canama, Naeva, Ilipa e Itálica. Según Juan Sánchez Gallego, el nombre de Sevilla deriva también de ahí (4).

 

En la campaña se distinguió Garci Pérez de Vargas (5). Habla una leyenda de que Garci Pérez, en el curso de una escaramuza con los moros en la puerta de Bab ar War o de los Barcos, dirigiéndose a la propia puerta, sentenció: “¡De San Juan te has de llamar!”. La puerta consistía en un arco relativamente bajo entre dos torreones cuadrangulares y estaba unida a la de Vib ab Ragel, en la Barqueta, por un lienzo de muralla con doce torreones circulares. Puede verse aún hoy día un vestigio de uno de esos torreones en la desembocadura de la calle Lumbreras.

En el repartimiento posterior a la conquista, la orden obtuvo un islote para crear su priorato de San Juan de Acre desde la Puerta de San Juan a la calle de las Lumbreras. Y del Hospital de Sangre queda la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, en La Rinconada, y la cruz en el escudo de la villa.

Y en ultramar, tras la pérdida San Juan de Acre, la orden pasó a Chipre, de Chipre a Rodas y de Rodas a Malta, donde estuvo desde 1530 –por gracia del emperador Carlos I y V– hasta que ocupó la isla Napoleón en 1798. Por eso es más conocida hoy como Orden de Malta, y la Cruz de las Ocho Beatitudes, Cruz de San Juan, es casi más conocida como Cruz de Malta.

Pero tanto lo referente al priorato sevillano de la orden como a la influencia posterior, lo veremos en próximas entradas.



(1) Carrillo, Emilio. El NO8DO de Sevilla. Significado y origen
(2) Navarro Sánchez, José Eladio. La Rinconada: hechos, gentes y costumbres
(3) Blázquez, José María. Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en occidente
(4) Sánchez Gallego, Juan. Guía esotérica de la Catedral de Sevilla
(5) Mena, José María de. Entre la cruz y la espada: San Fernando